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El acicalamiento o grooming (en inglés) es ese comportamiento que todos hemos observado en alguna ocasión, ya sea en documentales o zoológicos, en el que dos o más individuos parecen despiojarse unos a otros por turnos. Pero el sentido de este comportamiento van mucho más allá de lo aparente, ya que además de una función higiénica, el acicalamiento tiene otros usos sociales de gran utilidad para los primates no humanos. Por ejemplo, existe una correlación entre el tiempo que emplean dos sujetos en acicalarse y la calidad de la relación que mantienen. Por lo tanto, este actúa de pegamento social y refuerza las relaciones de grupo, como en humanos lo hacen las conversaciones, las caricias, las miradas, etc.
En primates no-humanos, el acicalamiento tiene otras funciones sociales y emocionales, a parte de higiénicas.
El grooming también es un buen indicador de la probabilidad de que aparezcan otros comportamientos prosociales como la ayuda y la reciprocidad. Las investigaciones demuestran que los individuos suelen cooperar más tras haber dedicado gran cantidad de tiempo a este tipo de actividad. Además, los animales que pasan tiempo acicalándose tienen más posibilidad de compartir comida que los que no lo han hecho. Una estrategia recurrente en muchas especies de primates consiste en ofrecer sesiones de grooming a cambio de alimento. De la misma manera, los machos tratan de cuidar las relaciones con las hembras invirtiendo tiempo en estos comportamientos, ya que es una manera eficaz de establecer “amistad” con ellas.
Tras las reconciliaciones, es frecuente observar como la mayoría de las especies de primates se ofrecen sesiones de acicalamiento mutuo, que reducen la tensión entre los rivales y devuelven el equilibrio al grupo, algo que resulta fundamental para la supervivencia del colectivo. Es común que el individuo dominante o el ganador sea el que inicie la sesión de reconciliación ya que es el principal interesado en una jerarquía estable. De la misma manera, si la víctima continúa estresada, algún compañero no involucrado en la reyerta se puede acercar y consolarlo a través de este tipo de contactos, junto con otros, como abrazos y roces.
El macho dominante del grupo suele iniciar las sesiones de grooming para reestablecer el equilibrio del grupo. (Imagen: usuario de Flickr).
Las alianzas también se forjan a través de estos mecanismos. Sabemos esto porque la probabilidad de que una petición de ayuda o auxilio sea atendida es mayor cuando han dedicado tiempo a la relación mediante grooming. Esto no es de extrañar, ya que como ocurre en las organizaciones humanas, no existe liderazgo sin una red de alianzas que asegure tu posición ante la pujanza de otras coaliciones. Por esta razón podemos conocer la intensidad de una relación entre dos sujetos por el tiempo empleado en ello. La fórmula es simple, a más tiempo dedicado, más amigos somos y más fuerte es nuestro vínculo. Estos datos son coherentes con otros que concluyen que la calidad de las relaciones sociales dependen fundamentalmente de tres factores: valor percibido de la relación, seguridad de que el otro no cambiará con el tiempo y compatibilidad o historial de intercambios entre ambos.
En un análisis detallado de 44 especies de primates llevado a cabo por el antropólogo evolutivo Robin Dunbar, se encontró una relación entre el tiempo dedicado al grooming y el tamaño del grupo. Estos resultados sugieren que estas conductas son formas o tecnologías sociales con las que hacer frente a las complejidades de la vida colectiva. El problema del grooming es que el número de individuos con los que se puede mantener relaciones es limitado, mientras que con el lenguaje, los humanos podemos transmitir la importancia de nuestra relación a un mayor número de personas al mismo tiempo.
Aunque debemos seguir prestando atención a este tipo de comportamientos, cuando los observemos, no debemos olvidar que estamos frente a lo que podría ser el origen de las caricias. Un poderoso lenguaje arcaico cuyo idioma vehicular es el tacto. Además, los efectos fisiológicos de esta actividad en primates son similares a los que provocan los roces y las palabras en los seres humanos. Los resultados indican que se produce un descenso en el ritmo cardiaco y se liberan hormonas asociadas a la sensación de bienestar.
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